Experimentar el maltrato o la adversidad en la infancia, como la violencia o los abusos sexuales, es un factor de riesgo importante para los trastornos psicológicos graves en el adulto. Independientemente de las secuelas físicas que desencadena directamente la agresión producida por el abuso físico o sexual, todos los subtipos de maltrato, sean físicos o psicológicos, dan lugar a diversos trastornos como el trastorno límite de la personalidad, la depresión, la ansiedad y otros trastornos entre los cuales destacan los trastornos disociativos.
Si bien el uso de la psicofarmacología puede estar indicado en muchos casos, su uso prolongado puede causar nuevos problemas sin que se resuelvan, en profundidad, los problemas derivados de las experiencias traumáticas infantiles.
La experiencia de la psicoterapia como forma de curar o mejorar sustancialmente los trastornos derivados de las experiencias traumáticas graves de la infancia es muy positiva. Últimamente, los avances de la neuropsicología así como las técnicas psicoterapéuticas derivadas del EMDR y de la terapia psicocorporal, han permitido desarrollar métodos terapéuticos cada vez más eficaces.
Es un tipo de terapia que puede requerir un trabajo largo y delicado, durante el cual el sujeto va venciendo sus miedos, se va curando de los efectos del estrés postraumático que ha vivido desde pequeño, y va aprendiendo a reconstruirse como individuo tanto en su relación consigo mismo, como en sus relaciones de pareja y en sus relaciones sociales.